MAG #7 | Page 38

www.alejandramenassa.com

El que más crece, es el que mejor sabe arreglárselas con la incertidumbre

¿No han escuchado nunca eso de: ” qué bueno sería tener un libro de instrucciones para la vida”?

Pero no lo hay y, no sé si decir afortunada o desgraciadamente, no lo hay. Quizás si lo tuviéramos, nos mataría el tedio. En nuestra ecuación vital, por muy previsores que queramos ser, siempre hay incógnitas. El futuro está siempre por hacerse y antes de hacerlo nada sabemos de él. Lo único seguro es que allí, al final del camino, nos espera inexorablemente la dama que nos vira al gusano, la parca.

Empresarialmente se funciona con planes, estimaciones, previsiones, cálculos de riesgo, se intenta minimizar al máximo la incertidumbre, pero ella siempre está ahí, no se puede acabar con ella. Ni en la empresa ni en la vida. La incertidumbre puede generar angustia. Ese vacío de no saber lo que pasará. Querríamos saber el final de la película antes de que ésta haya comenzado.

En tiempos de crisis, la incertidumbre se acrecienta. Lo que era previsible se torna imprevisible. No podemos terminar con la incertidumbre, esa falta de certeza sobre el futuro, pero sí podemos reducir la angustia a ella enlazada. La certeza de que estamos haciendo lo correcto, la confianza en el proyecto empresarial, reduce considerablemente la angustia.

El problema principal de la incertidumbre sentida como angustia es que produce una precipitación. Por querer saber lo que pasará uno se adelanta, acelera las negociaciones, se apresura y no hay peor consejero que la prisa, el apuro, la precipitación. Tolerar el tiempo de las negociaciones, tener la templanza y la paciencia para no adelantarse hace la diferencia entre un líder y otro.